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Bajando de la Cueva Santa apurando al último minuto

Mapa

Crónica

El domingo que Juan Deler y yo hicimos esta ruta se convirtió, sin comerlo ni beberlo, en una auténtica aventura, casi al borde de la supervivencia. Bueno, en realidad no, pero es para darle más dramatismo a la narración.

Todo empieza en una mañana en la que teníamos previsto ir «a almorzar» a Alcublas y volver a casa a la hora de comer. Sí, no sé para que en las salidas de carretera de los domingos seguimos con la ilusión de llamar «almorzar» a la comida de mitad de ruta, si esta vez hemos llegado al bar a la una y veinticinco de la tarde y hemos salido de allí a las cuatro menos cuarto. Más de dos horas allí no es almorzar. Es comer, a base de bien y además reposando…

Bueno, a lo que iba. Teníamos pensado ir a Alcublas. Una salida sin más, como tantas otras que hemos ido. Pero esta vez no llevaba la ruta marcada en el GPS y nuestro sentido de la orientación es, como poco, discutible. La forma más rápida para llegar a Bétera es, sin duda, por la CV-310, pero esta vez llegamos por Mas Camarena. Lo que ya no es tan lógico es dar una vuelta tan rara por el parque tecnológico antes de cruzarla. Buena parte de las pistas agrícolas que hay por la zona están asfaltadas, pero el poco conocimiento que tenemos de los caminos hace que en un par de ocasiones hayamos tenido que retroceder y buscar otras maneras de llegar. Por supuesto están borradas del track, en este wikiloc subimos rutas bien trazadas, no queremos liar a nadie en trayectos sin sentido.

Alcublas es un lugar típico al que suben multitud de ciclistas a una hora normal, para después bajar y comer en casa. La prueba de lo tarde que se nos hacía era que no parábamos de encontrarnos ciclistas de cara volviendo a Valencia… ¡Y ni tan siquiera habíamos llegado a la CV-339! El desayuno, poco y malo, se vio reforzado por unas pocas naranjas cogidas en un bancal cercano a Marines, pero todo fue inútil. En cuanto llegamos a la cuesta de la carretera que une Llíria con Alcublas, el mísero tres por ciento de media que sube la carretera nos agotó. Media hora para hacer poco más de siete kilómetros y medio. ¡Ya podía llevar geles o barritas! Lo que necesitaba era comer y dormir.

No mejoró la situación en «la rotonda de la muerte». La llamo así desde que se lo oí a alguien en la marcha cicloturista de AVAPACE de 2014. La verdad es que el mote le viene como anillo al dedo. Hasta ese punto, la carretera es dura pero su desnivel es estable. A partir de la rotonda, donde se junta con la carretera que viene de Casinos, el porcentaje de despendola completamente. Por supuesto, plato pequeño y corona grande —como si no lo llevásemos ya— y seguir subiendo.

En este tramo, los domingos los suelen tomar también moteros, dándole un toque a lo «Mad Max de andar por casa». Porque si el alcance con un coche en una carretera de visibilidad escasa ya no da bastante miedo, también hay que soportar que una horda de descerebrados se piense que la carretera es un circuito de competición y te encuentres de cara a uno bajando a velocidades absurdas y abriendo tanto el giro que te ahostie en tu propio carril. Pero se ve que o no era un día propicio para ellos, o a la una de la tarde ya se han marchado a acobardar a otro sitio.

¡Nada menos que cuarenta minutos! ¡Cuarenta minutazos en hacer no llega a seis kilómetros! También hay que decir que la rampa media es del 4,9%. Hay momentos para todo. Para intentar superarse, para poner el pie a tierra intentando que el corazón no se escape por los huecos de las costillas, para preguntarse que coño hago aquí con lo rápido que se va a Cullera… Afortunadamente cuendo piensas que el infierno debe parecerse a eso, llega la cima y el desvío al bar, que nos recibe con una cuesta asfaltada pero aún más dura que lo que hemos hecho hasta ahora.

El Collao de la Seca se llama el restaurante. Un lugar bonito, de buenas vistas y buen comer. Y con una estufa de leña que en los meses de invierno viene genial al venir temblando de frío pero con la equipación larga empapada de sudor por subir el puerto. Tan bien se está en el sitio que se nos hicieron las cuatro menos veinte. ¿Qué hacemos? ¿Volvemos por donde hemos venido?

Sacamos el móvil para mirar los mapas y nos da una idea: lo de ir hasta el Montmayor pinta bien, pero… ¿Y luego? Podríamos volver por la N-234. ¿Sabes ir? ¡Seguro!

Pero lo que en un mapa es una pequeña línea, luego son kilómetros que hay que recorrer. Y encima en la montaña las carreteras tienen la manía de tener unas cuestas de quitar el hipo. Gracias al descanso y la comida, yo pude subir más o menos con dignidad, pero Juan ya estaba hasta los huevos y de vez en cuando tocó esperarle. Así que al Montmayor llegamos a las cinco menos veinticinco de un veinticinco de enero. ¡Cuantos cincos en una frase! ¿Y a qué hora anochece un veinticinco de enero, os preguntaréis? Pues ya os lo digo yo, exactamente a las seis y diez. En 95 minutos, de noche. Sin luces ni chalecos. A Valencia no llegábamos ni de casualidad, pero al menos debíamos llegar de día a Sagunto a coger el tren. ¡Y eso ya son casi cincuenta kilómetros!

La bajada desde el Montmayor hasta Altura es una auténtica maravilla. Tienes la sensación de ir volando por el asfalto y que la bici se controla más con la mente que con el manillar. Al llegar a Altura y Segorbe no había opción de liarse, teníamos que ir exactamente por donde tocaba para no perder nada de tiempo, pero acertamos. Ya estábamos de lleno en la N-234. Esta carretera no tiene las bajadas y curvas tan espectaculares que hemos hecho, así que no hay problema en apretar los pedales a tope sin preocuparse de la poca técnica que podamos tener.

Pasando Torres-Torres el sol ya iba muy bajo. Debíamos apurar todavía más. Suerte que la bajada a Estivella nos ayudaría. Finalmente salimos de la nacional al camino de Llíria a las 18:08. Habíamos tardado una hora y media en hacer los 47 kilómetros que iniciamos en el Montmayor. Una media de más de 30 km/h que difícilmente volveremos a superar.

Con los últimos rayos de sol ocultándose tras el castillo de Sagunto entramos al pueblo, más calmados y tras refrescarnos en la fuente del camino del cementerio. En un rato pasaría un tren que nos dejaría en Valencia, una ciudad en la que faltarán muchas cosas, pero sobran farolas.

Visor

Waypoints de la ruta

AvituallamientoAvituallamiento

Bar «Collao de la seca»

Foto 1 de Bar «Collao de la seca»Foto 2 de Bar «Collao de la seca»
CimaCima

Montmayor

Foto 1 de Montmayor
Arquitectura religiosaArquitectura religiosa

Cova Santa

Foto 1 de Cova Santa
FotoFoto

Bajada hasta Altura

Foto 1 de Bajada hasta Altura

Puntuación de la ruta

Puntuación de la ruta:
Dos estrellas y media
Una estrella
Una estrella
Media estrella
Estrella oscura
Estrella oscura
Dificultad física:
Un pedal
Un pedal
Pedal oscuro
Pedal oscuro
Pedal oscuro
Pedal oscuro
Dificultad física:
Tres árboles
Un árbol
Un árbol
Un árbol
Árbol oscuro
Árbol oscuro
Tráfico:
Un coche y medio
Un coche
Medio coche
Coche oscuro
Coche oscuro
Coche oscuro
Peligrosidad:
Un hueso roto
Un hueso roto
Hueso roto oscuro
Hueso roto oscuro
Hueso roto oscuro
Hueso roto oscuro
Técnica:
Ninguna piedra
Piedra oscura
Piedra oscura
Piedra oscura
Piedra oscura
Piedra oscura

Lugares visitados

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