Ciclismo
Subir a La Portera no es tan duro como lo pintan
Mapa
Crónica
Una de las rutas de carretera más bonitas que se puede hacer sin irse demasiado lejos de Valencia es la de la carretera CV-429 de Yátova a La Portera, pero como hacer solamente ese tramo queda muy corto, he decidido hacer dos itinerarios en uno. El primero, exactamente el mismo que hacemos durante el segundo día de las marchas de Valencia a Cuenca con AMA. Y el segundo, desde Utiel hasta Buñol por la N-III, incluyendo el ascenso a Siete Aguas.
Así pues salí con el tren a las ocho y cuarto de la mañana para llegar a Buñol a las nueve y bajar raudo y veloz hasta el valle del río Juanes, para comenzar la subida dejando a un lado Alborache y Macastre.
Poco antres de entrar en Yátova me puse al rebufo de dos ciclistas que venían desde Catarroja, pedalenado junto a ellos durante algunos kilómetros hasta que me dejaron atrás. Incluso con el plato pequeño y los piñones más grandes me faltaban fuerzas para subir con brío las cuestas. Mucho entrenamiento de carretera me hace falta, pues sin alforjas y con platos compact subo casi a la misma velocidad que con mi tanque de bici de montaña.
Vistas espectaculares, subidas muy duras y bajadas para quitar el hipo. Sin pasar coches en toda la mañana, excepto algún grupo de motoristas disfrutando de sus Harleys con los que me encontraré de nuevo en La Portera.
A medida que te acercas al río Magro la carretera empieza a bajar a un ritmo vertiginoso, pero cuando cruzas el puente —un lugar perfecto para darse un baño— comienza de nuevo una subida que no parará hasta llegar al Pozo de San Valentín, en el arcén izquierdo de la carretera. Lugar perfecto para parar un rato, comer unas rosquilletas sentado en el poyo del pozo y llenar los bidones en el grifo, rezando para que los montones de avispas que hay siempre allí no la tomen contigo. Por ahora, nunca lo han hecho. El calor ya empieza a afectar, y más tras haber subido hasta aquí, así que a partir de ahora la ruta se convertirá en un juego consistente en la búsqueda de fuentes de agua, beber hasta el punto de no poder más y rellenar los bidones.
Desde aquí quedan 13 kilómetros para llegar a La Portera y 8 para Hortunas. De todos modos en Hortunas no hay ni bar, ni ultramarinos, ni fuente. De hecho, parece un pueblo fantasma, aunque a unas malas siempre podemos pedirle a alguien que veamos en la calle si tienen la amabilidad de llenarnos el bidón de agua del grifo. En los pueblos, si vas con mucha educación y algún que otro halago la gente suele ser amable. Si la encuentras, claro.
Al llegar a la Portera podemos volver a beber en la fuente que hay en la plaza de San José, nada más entrar. Después, tras tanta subida, es un buen momento para ir a la Casa-Bar La Sartén. Un tercio, bocadillo grande, cacaos y aceitunas de raciones generosas y café por cinco euros. Es el lugar típico donde te encontrarás veinte motos y treinta bicis de carretera en la puerta. Reconocerás a todo el mundo porque ya te han adelantado con anterioridad. Ellos temen al calor, y sobre todo, temen la bronca de su familia si llegan tarde a casa. Nosotros cuando salimos, lo único que sabemos es que no tenemos ni reglas, ni horarios, ni miedos. ¡Ellos se lo pierden! «¿Que vas a hacer casi ochenta kilómetros más? ¿Con este calor? ¿Estás loco?»
Con los bidones llenos comienza la segunda parte de la ruta, llegar a Utiel. Para empezar, nueve kilómetros por el arcén de la N-330. Si no os viene el aire de cara podéis consideraros muy afortunados. Pronto, tras subidas asequibles y una última bajada muy chula llegaréis a El Pontón. Primero de una larga serie de pedanías de Requena y Utiel por las que pasaremos, en una carretera muy amena y divertida, por la que no pasan prácticamente coches y veremos escenas de pueblos de toda la vida.
El Pontón, el Azagador, El Derramador, Roma, Barrio Arroyo, San Juan y Calderón. Siete pequeñas pedanías en tan sólo nueve kilómetros. Para beber, entrad en Calderón al parque que se ve desde la carretera. En la caseta de la barbacoa hay un grifo para lavar platos cuya agua sabe a gloria cuando es mediodía.
El camino sigue, ya más monótono, hasta Utiel. Pasaremos por debajo de un viaducto de la LAV Madrid-Valencia en el que podremos leer en uno de sus pilares «BICIS AL TREN». Sí, tiene toda la pinta de ser de AMA.
Ya en Utiel encontramos un horno abierto. ¡Alegría de Domingo! Pese a estar regentado por la madre del dueño, que no sabía el precio de sus cosas, salgo de allí con bollos a mitad de precio, chocolate y una cocacola que me tomaré en la Plaza de San Juan, donde hay… ¡Otra fuente!
Es la una y media de la tarde y ahora el calor arrecia con toda su fuerza, pero no podemos detenernos demasiado. Salimos camino de San Antonio por una carretera recta e inacabable. No puedo dejar de acordarme del día que pasé con la bici de montaña, el verano pasado, volviendo de Campillo de Altobuey cargado con los trastos, cuando me adelantó un chaval en bici de carretera y cometí la estupidez de intentar seguirle el ritmo… Y reventar.
En San Antonio volvemos a parar… ¡Fuente! Pero Requena nos espera. No llegan a cinco kilómetros para entrar en una ciudad preciosa, pese a ser la cuna de Pablo Motos. No hace nada que había comido, pero ante una heladería no podía resistirme a comprarme un helado. ¡Y volver a beber en la famosa fuente de los patos, recién restaurada!
A partir de Requena empieza la parte aburrida del día, el trámite de ir por la vía de servicio de la autovía hasta llegar al Rebollar, un pueblo en el que diría que es imposible ver a nadie. Llegando ocurrió un expediente X: el extraño caso del ciclista de carretera que desapareció. Me alcanzó un hombre cuando frené al bajar una rampa y lo tuve siguiéndome unos minutos, pero llegó un momento que me giré y ¡ya no estaba! Ni me adelantó, ni lo ví volviendo hacia Requena, ni pudo desviarse en un momento, puesto que no habían caminos. Espero que no se pegase algún tortazo…
Como este tramo lo tengo muy visto, decidí hacer el desvío para visitar Siete Aguas. Para recibirme, el pueblo me ofreció una subida tremenda. Llevando unos cien kilómetros, la subida no me hacía especial ilusión. Afortunadamente luego se baja —¡y de qué manera!— desde incluso antes de llegar al pueblo.
En él encontré ¡otra fuente! y pude acabarme los bollos que compré en Utiel. Me dolía todo el cuerpo… ¡Incluso los dedos de los pies! Pensaba que tenía las calas y las zapatillas perfectamente ajustadas, pero creo que son una talla más grandes de lo que necesito.
A la hora de salir del pueblo hace falta llegar hasta la autovía y cruzarla. Sin embargo ninguna señal indica que se pueda alcanzar la N-III, pero se puede. Fue el momento tenso del día, pensando que tendría que hacer 25 kilómetros de más deshaciendo lo rodado. Afortunadamente no hizo falta. Sólo quedaba un rato de pedaleo para bajar a toda velocidad por la rampa inacabable del portillo de Buñol. ¡Qué corta se hace!
Entrando en Buñol por la primera salida se llega en un momento a la estación, donde un tren me esperaba para llevarme a Valencia en diez minutos. ¡Un día redondo!
Visor
Waypoints de la ruta
Fuente
Fuente de Siete Aguas
Fuente
Fuente de los Patos de Requena
Avituallamiento
Heladito por Requena
Foto
Nacional ¿111?
Fuente
Fuente de San Antonio de Requena
Fuente
Fuente de Utiel
Avituallamiento
Horno abierto el domingo
Información
AMA estuvo aquí
Fuente
Fuente de Calderón
Waypoint
Todos los caminos conducen a Roma
Avituallamiento
Casa Bar La Sartén
Fuente
Fuente de La Portera
Fuente
Fuente del pocico Valentín
Fuente
Fuente de Yátova
Puntuación de la ruta
Tres estrellas
Tres pedales
Dos árboles y medio
Un coche y medio
Ningún hueso roto
Media piedra
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