Ciclismo
Bajando el Portillo de Buñol con un viento del demonio
Mapa
Crónica
El pasado febrero, dentro de lo que vienen siendo las Jornadas domingueras carreteriles, Juan Deler y yo nos propusimos un reto que hasta entonces no habíamos hecho. Muchas veces hemos estado en Requena con la bici, pero casi siempre subiendo en tren y bajando por distintos caminos. Incluyendo el portillo de Buñol. Pero nunca nos habíamos atrevido a subirlo.
La verdad es que es un reto que a primeras acojona bastante. Las veces que hemos bajado por la antigua N-III pasas a toda velocidad y prácticamente sin necesidad de pedalear. Luchas contra el instinto de frenar porque ves claramente que un pequeño bache mal tomado puede convertirse en un susto muy gordo… Y sin embargo aún así sientes la necesidad de acelerar. Y mientras tanto te alegras pensando: «Imagínate que en vez de bajar estuvieses subiendo». Pues hoy sería el día.
Y como los días así son para compartirlos, también vino con nosotros Patricio y Lázaro. El plan era sencillo: todos cogeríamos el segundo tren del día a Requena, dado que salir de Valencia en bici es aburrido, da una pereza tremenda y en cierta medida, peligroso. Y mientras Juan y yo bajaríamos en la estación de Chiva, Lázaro y Patricio seguirían en el tren hasta Requena. El portillo lo iban a subir sus tías, las del pueblo.
Nada más salir de la estación de Chiva nos ponemos en marcha y notamos la presencia de un invitado con el que no contábamos. Un viento de poniente que nos iba a acompañar durante todo el día.
Para llegar de Chiva a Buñol empleamos la vía de servicio de la autopista. No parece demasiado peligrosa ya que tiene un arcén considerable… Y además, ¡qué demonios! Es una vía de servicio. Los coches pasan por la calzada de nuestra izquierda. En vez de seguir recto hasta alcanzar la fábrica de cementos y de ahí tomar el paso subterráneo para llegar a la N-III, decidimos hacer una visita a Buñol, pasando por lo que era la auténtica N-III, como puede verse en los mapas de hace cincuenta años.
A la hora de salir de Buñol ya empiezan las rampas, que se hacen patentes en cuanto se cruza la vía por el paso subterráneo de la calle Pérez Galdós. Y en la carretera llega lo bueno… En tan sólo 3 120 metros de distancia se suben 181 metros, lo cual nos da una rampa de aproximadamente el 5,8% de media. No parece mucho para manillares intrépidos como los nuestros, pero con el viento que hacía para nosotros era como subir durante un cuarto de hora las rampas del aparcamiento de El Corte Inglés de Pintor Sorolla.
Un poco más tarde dejamos atrás los aerogeneradores del portillo y entramos de lleno en la planicie donde está trazada la autovía camino a Requena. De todos modos al ir con la bici de carretera no podemos ir por la vía de servicio por el tramo de Siete Aguas. Hay que pasar por un paso subterráneo con una pendiente durísima para subirla con una bici de montaña —casi imposible con la de carretera— y encima otro tramo con el firme sin asfaltar. Y con mis calas de carretera sería imposible subir andando, no quiero morir de un resbalón. No queda otra que hacer una visita a Siete Aguas.
Lázaro y Patricio ya hacía rato que habían llegado a Requena. Habían almorzado y estaban dándose un paseo en bici. Mediante el Whatsapp nos estábamos poniendo de acuerdo en encontrarnos en la vía de servicio, pero parece que el concepto calzada norte y calzada sur no quedó del todo claro, y tardamos en localizarlos bastante rato. Además, insistían en llegar a Requena por la vía de servicio de la derecha, pero yo sabía de sobra que sólo se puede llegar por la de la izquierda. Al final, harto de pedir que diesen la vuelta me volví por mi cuenta. Tuve que esperar a que desistieran del intento, deshiciesen el camino andado y entonces sí, entrasen a Requena por el camino correcto.
La comida en el bar Puerta de Alcalá de Requena —me niego a llamar almuerzo a un ágape que acaba a la una y media de la tarde— fue brutal. Pan con tomate y ajoaceite, varias bandejas con carne y embutido torraos, porque ni con dos teníamos bastante, cerveza y mucho, muchísimo buen humor. Tras los cafés, las prisas le asaltaron a Patricio y decidió coger el tren para volver a Valencia. Al final, la bici ni a la ida ni a la vuelta. Le acompañamos hasta la estación y justo acababa de pasar el tren, así que para el siguiente aún quedaban horas. Podía habernos acompañado hasta Buñol y cogerlo ahí —daba tiempo de sobra—, pero él erre que erre se quedó esperando en la estación. Llegó a Valencia poco antes que nosotros.
Los aventureros que bajábamos a Valencia empezamos de muy buena gana el camino de vuelta. El tramo por la vía de servicio de la A-3 es puro llaneo, de hecho con una ligera pendiente hacia Buñol. Encima el viento que acompañaba nuestro camino nos impulsaba, pero la alegría duró bien poco. La subida a Siete Aguas, pese a que es más fácil afrontarla desde El Rebollar que desde Venta Mina se complicó sobremanera. El viento cada vez soplaba más fuerte, de espaldas y para colmo, racheado. Para acabar de fastidiar la situación, la maneta izquierda se aflojó un poco. No lo suficiente para ir sin seguridad, pero sí como para notar que no estaba totalmente firme.
En la bajada del portillo directamente podríamos decir que se cagó la perra. No he pasado más miedo en la bici en mi vida. Con cada golpe de aire que recibía, fragmentos de mi vida pasaban rápidamente delante de mis ojos. Ni tan siquiera frenar o ir despacio parecían buenas soluciones, puesto que me sentía igual de inseguro yendo rápido que lento. La llegada a Buñol fue digna de celebrar besando el suelo como lo solía hacer el papa.
El sentido común pedía dejar la bici en paz y volver a casa en tren, pero con mis acompañantes pinché en hueso. Hacer la CV-50 de Cheste a Villamarchante ya era peliagudo con la poca seguridad que tenía, pero lo que me pareció demencial fue el tramo entre Buñol y Chiva. Llega un momento que se acaba la vía de servicio y toca ir por el arcén durante poco más de un kilómetro. Fue menos de dos minutos, realmente el arcén colindaba con un carril adicional en la autovía y tampoco estábamos haciendo nada ilegal, pero vamos, que lo más sensato para ir de Buñol a Chiva con bici de carretera es ir por la CV-424 (carretera de Buñol a Godelleta) y llegar a Chiva por la CV-421 (carretera de Turís a Chiva). Vale, toca hacer cinco kilómetros más, pero yo creo que merece la pena.
De Villamarchante hasta Valencia ya el viento paró y pudimos ir más tranquilos. Hacía una tarde en la que con la chaqueta abrochada hacía calor, y con la chaqueta abierta, demasiado frío. Tanto es así que llegué a Valencia tan destemplado que tocó sentarse en el suelo de la acera para recuperarme antes de emprender rumbo a casa… Pero vamos, siempre que hago más de cien kilómetros de carretera llego así, muerto y enterrado, y ya voy acostrumbrándome. Es… Lo normal.
Visor
Fotos de la ruta
Waypoints de la ruta
Avituallamiento
Bar Puerta de Alcalá
Waypoint
Inicio del Portillo de Buñol
Cima
Fin del Portillo de Buñol
Riesgo
Inicio del tramo por autovía
Waypoint
Salida de la autovía
Puntuación de la ruta
Tres estrellas
Dos pedales
Dos árboles y medio
Dos coches y medio
Tres huesos rotos
Una piedra
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